VIDAS MISION Y CARTAS DEL APOSTOL JUAN PABLO
El Año Paulino ofrece la ocasión de profundizar en la figura del Apóstol de los gentiles, desvirtuada por ciertos exegetas. Monseñor Franco, obispo auxiliar de Madrid y biblista reconocido, presenta a Pablo como paradigma cristiano. Más ampliamente hablará de ello esta tarde en el Foro Juan Pablo II, de la madrileña parroquia de la Concepción
Después de Jesús, san Pablo es el personaje del Nuevo Testamento que conocemos mejor. Sus escritos y los pasajes que le dedica Lucas en los Hechos de los Apóstoles nos acercan a este gigante del cristianismo primitivo con toda fiabilidad. Las cartas paulinas retratan su alma, su amor ardiente a Jesús, su pasión por evangelizar y dar a conocer el sublime conocimiento de Cristo. Revelan sobre todo su carácter, firme y tierno al mismo tiempo, su personalidad arrolladora y conflictiva, sus sentimientos más íntimos como persona, cristiano y apóstol. Y nos permiten entrar en sus proyectos, luchas internas, turbaciones y anhelos. Muy luminosos son los pasajes autobiográficos que permiten adentrarnos en la experiencia crucial que marcó su vida: el encuentro con el Resucitado en el camino de Damasco, que culminó en su vocación, la llamada a servir a Cristo entre las naciones mediante la predicación del Evangelio.
Para valorar la importancia de san Pablo en el cristianismo, bastan algunos datos: de los 27 libros que forman el Nuevo Testamento, 13 son de Pablo. Por tanto, casi la mitad de la revelación del Nuevo Testamento es paulina. En los Hechos de los Apóstoles la vida y misión de Pablo ocupa más de la mitad del libro. Los grandes maestros y místicos de la Iglesia, san Agustín y santo Tomás entre otros, se inspiran en él. No hay tema importante de la teología que no se fundamente en su magisterio: Cristo y la Iglesia, el pecado original y el Bautismo, la gracia y la justificación, la teología de la Cruz, la escatología...
Podemos decir que san Pablo ha desatado pasiones encontradas, no sólo en su tiempo, sino posteriormente. Hasta la aparición de la crítica bíblica en la Ilustración, san Pablo era una autoridad indiscutible. A partir de la crítica liberal, es el blanco de las dianas que pretenden separar el Evangelio de la Iglesia, Jesús de Nazaret del Cristo de la fe. La escuela de Tubinga llega a convertirle en el fundador del cristianismo, que ha desvirtuado el Evangelio. Nada más lejos de la realidad. La originalidad de san Pablo está arraigada en la tradición anterior, a la que hace constantes referencias, y, en última instancia, al Señor Jesús, de quien ha recibido directamente su vocación al apostolado. San Pablo es, ciertamente, un escritor original, creativo, capaz de elevarse al séptimo cielo sin dejar de pisar tierra y tratar temas ordinarios de la vida y de la organización de sus comunidades. Pero lo hace en comunión con los demás apóstoles, pues todos -como dirá él- predican lo mismo. Todos son fieles al mismo Evangelio. Después de su conversión, tuvo que ser catequizado en la verdad de Cristo, que en los primeros años del cristianismo se desarrolló prodigiosamente, de forma que, cuando empieza sus viajes de misión, llevaba ya configurado el tipo de enseñanza (Rom 6,17), que debía enseñar a los cristianos. San Pablo no funda el cristianismo: lo asume, lo piensa y desarrolla, y saca de él toda la novedad que está ya presente en Cristo.